Todo empezó un viernes por la tarde cuando mi primo y yo terminábamos de entrenar fútbol, nuestro equipo estaba por entrar a primera división y eramos demasiado ingenuos como para no ir a celebrarlo, terminaba el colegio y ese frió verano se empezaba a sentir en la ciudad.
De camino a la fiesta - la cual habíamos sido invitados con antelación y decidimos asistir hacía 2 horas atrás - a medio camino, se nos presentó un demonio que afirmaba conocer los misterios del universo y nos advertía que debíamos morir debido a que nuestras almas eran genuinas. Aquel demonio se fue tan misteriosamente como apareció, sin motivos, sin rastros ni indicios de que existiera y dejándonos aún a mitad de camino.
Asustados, nos fuimos pensando en lo sucedido, preguntándonos si solo era nuestra imaginación, así que esa noche nos emborrachamos; como dije anteriormente eramos demasiado ingenuos como para no hacerlo, como para ser persistentes con nuestra meta de llegar a primera división y pensando que de todas formas lo lograríamos aún sin dar nuestro máximo esfuerzo pues lo merecíamos, pero... ¿lo merecíamos?
A la mañana del día siguiente, ademas de un terrible dolor de cabeza, y hablando un idioma que francamente no dominábamos (secuelas de una borrachera) solo pudimos recordar - por el maletín que traíamos como evidencia - que una figura siniestra nos lo había entregado junto a unas instrucciones escritas a mano, mismas que deberíamos de cumplir, yéndose después sin dejar rastro.
Ya en casa de mi primo, abrimos el maletín, en su interior se llegaban a ver lo que parecían ser 2 contratos, mismos que debíamos firmar con nuestra sangre, esto según las instrucciones a mano que si no lo dije antes, las encontramos en nuestros bolsillos, una mitad cada quien.
¿Entregar nuestra alma por nada? es inadmisible...
...incluso por todo el oro del mundo.
O la fama...
Preocupados, fuimos buscar ayuda y contactamos a un brujo llamado “Segismundo” vivía cerca de un puente que había quedado en desuso hacia ya un par de años, este señor decía conocer fenómenos siniestros, y afirmaba vivir con el espectro de su ancestro, oculto en los espejos de su casa; nos recomendó que relatemos todo lo sucedido en una carta, lleváramos esa carta y el contenido del maletín ante los ojos de Satanás y la dejáramos allí hasta algún amanecer, donde finalmente se destruiría sin más repercusiones en nuestra vida que un susto.
El tiempo era algo limitado, creo que siempre lo fue, pero ahora se acabaría dejando pasar tal vez algunos años pero sin dar aviso, aquel verano tuvo largas horas, parecían segundos, la vida nos consumía y nadie podría leer esa carta según indicaciones de Segismundo.
Empezamos a redactar todo lo ocurrido y sellamos la carta junto con las instrucciones y los contratos que no habíamos firmado; se puso el Sol, nosotros íbamos al encuentro con el diablo de la catedral prestos a colocar aquella carta.
No podemos saber con certeza cuanto tiempo debía permanecer aquella carta allí, cuanto tiempo antes de que Satan desatara su furia o pueda corroborar que nadie la leyó, o tal vez esperaría a un ingenuo que lo haga para cobrar más almas, de todas formas nuestra vida estaba en juego así que vigilamos las cartas que por cierto habíamos colocado dentro de un sobre amarillo.
No pudimos quedarnos allí por muchas noches vigilando aquel sobre, pues los llantos que se escuchaban eran demasiado sofocantes, firmemente creo que de todas formas nos largaríamos de allí pues un guardia ya sospechaba de nuestra visita.
Pasaron los años e intuyo que alguien más leyó esa carta pues cosas siniestras le ocurrieron tanto a mi primo como a mi persona y pues porque estoy a punto de partir, probablemente usted sabe ¿por que? ya no me verá, usted conoce la razón, si...
Usted señor no debió condenarme al fuego eterno, su curiosidad ha podido más pero no lo haré responsable de mi desgracia, si no, solo de su propio fin, el de usted.
firma:
Giancarlo Valdivia
S. Gómez
Ss
Comentarios
Publicar un comentario